lunes, 7 de febrero de 2011

1 vez, 2 veces, 3 veces... ¡solo vos Berlín!



En una de esas oportunidades de ocio poco comunes últimamente ("Estamos rodeados de artilugios destinados a ahorrar trabajo y, sin embargo, disponemos de muy escaso ocio auténtico." Laurence Johnston Peter) me puse a buscar noticias sobre una ciudad que me enseñó el significado de "amor a primera vista". Pocos minutos después la pantalla de mi computadora estaba llena de links sobre páginas de hoteles suntuosos o crónicas de guerras que conocemos más como un rumor lejano.

Eso me pareció un poco injusto porque ¿Como era posible que una ciudad tan increíble y tan bella no poseyera versos en nuestro idioma que describieran sus mágicos secretos? ¿Será posible que Berlín no merezca la tinta para escribir poemas o narraciones con la misma intensidad que se escriben sobre lugares como Paris, Barcelona o Buenos Aires?

Bueno, yo no soy escritora ni poeta, tampoco conozco todos los secretos de esta inmensa metrópoli pero la forma en como me hace sentir Berlín me impulsa hoy a hacerle mi declaración de amor... porque no importa si he podido transitar sus calles una o mil veces, cada vez que me pierdo entre sus olores y sabores me doy cuenta que no conozco otro lugar que me haga sentir tan pequeña y tan grande al mismo tiempo... y sobre todo tan llena de vida.

Recuerdo la primera vez que fui. En esa ocasión tuve la oportunidad de dejarme guiar por una persona que conocía bien la ciudad, no solo aquellos lugares que debían visitarse por rigor sino que develaba ante mi pequeños barrios que los turistas no llegaban a conocer. Bueno tengo que admitir que ver la Puerta de Brandenburgo, el Parlamento Alemán o la catedral fue realmente una experiencia increíble. Sin embargo, el café de la tarde en cualquier cafetería perdida fue igual de placentero. Además, yo y mi amor por la historia se vieron saciados con esa visita... tanto así que tres mañanas enteras las pasé metida en el Museo Histórico Alemán.

También recuerdo la última vez que estuve en Berlín, en esa ocasión me fui a despedir de la ciudad. Llegué justo después del almuerzo y me dirigí al apartamento de una amiga. Ya no necesitaba guía, ya comprendía un poco el ritmo de sus habitantes, ya no me dejaba intimidar por edificios inmensos o por los mapas de la ciudad. Durante esa última visita mi amiga y yo fuimos a sentarnos a la orilla del río, mientras ella dormitaba yo disfrutaba del clima que permitía que tanta gente estuviera disfrutando la misma serenidad que yo sentía en ese momento.

El último día fue solo mío, dejé el apartamento y comencé a caminar, caminar y caminar... no buscada nada en específico... bastaba con dejarse llevar por los pies para escuchar y sentir el pasado y futuro de una ciudad que gentil y paciente abre su alma al mundo.

Mis visitas a Berlín siempre han sido esporádicas, sé que no la conozco tan bien como muchos otros. Sin embargo, lo que la misma me ha hecho sentir, sea bajo el cruel invierno o durante el verano soñado por muchos, me hace quererla y extrañarla con la misma nostalgia con que recordamos a un amigo perdido...


Porque 1 vez, 2 veces, 3 veces... solo vos Berlín!

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