domingo, 11 de marzo de 2012

Para mi 2do hogar


6 años han pasado desde la primera vez que atravesé el océano, 6 años y un montón de experiencias acumuladas después me encuentro pensando con nostalgia en esa pequeña ciudad fronteriza con 3 ríos y unos paisajes increíbles, que cualquier gran ciudad puede envidiar.

Nuestro encuentro fue algo frío, atravesar un puente de unos 150 metros (aunque sea una distancia corta) era toda una tortura, solo sentía como se me congelaba la nariz mientras aceleraba el paso cuesta arriba hacia el colegio que me iba acoger por los próximos meses.

¡Pero conforme fue pasando el tiempo pude ir descubriendo poco a poco sus encantos! 

Con la llegada de la primavera y el verano comencé a pasar más tiempo caminando por sus callecitas y pasillos, esos caminos que parecían de mentira y me hacían creer que me había devuelto en el tiempo. Me encantaba leer un libro a las orillas del Río Inn y observar en el reflejo del agua las casitas que se encontraban del otro lado; como me relajaba ver a los estudiantes remar en sus canoas disfrutando los pocos meses que tenían para tratar de agarrar un poco de color.

También me encantaba ver, desde los puntos más altos de la ciudad, el como los 3 ríos se unían para seguir únicamente como el gran Danubio... como el azul, verde y negro fluían tranquilamente hacia el este.

A pesar de ser mi primera vez en tierras europeas, no podía evitar sentir cierta nostalgia, los edificios viejos llenos de historia y las calles parecían laberintos; me encantaba rozar las piedras con las manos y pensar en cuantas personas habían pasado por ahí.

Momentos felices, momentos un poco locos y momentos de experiencias muy muy duras, todos vividos intensamente en esta ciudad alemana. Me vio reír, me reconfortó en los momentos de soledad más intensos y me permitió hacer feo de vez en cuando.

Con el tiempo, el otoño dorado me avisaba la llegada del invierno, pero esta vez estaba preparada, estaba dispuesta a ver las nevadas y dejarme cautivar por los olores navideños, tan distintos a los nuestros (una mezcla de canela, Glühwein y galletitas bastante curiosa). El crujir de la nieve con cada paso y la  poco común sensación de saber que oscurece a las 4pm dejaron de ser extraños acompañantes y se volvieron en confidentes de una pequeña tica que sabía que la relación con esta gran pequeña ciudad pronto iba a llegar a su fin (¿Porque cuando iba a poder volver? me preguntaba en ese momento).

Sus calles, sus luces pero sobre todo su gente habían marcado mi vida... pero sabía que se acercaba la despedida... y parecía que la ciudad lo sabía también.

Fue un buen año, fueron muchas experiencias y aunque me haya tomado 6 años en escribirlo, por siempre recordaré mi segunda casa... esa esquinita de Alemania llamada Passau.


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